Imagino que el lector se ha topado en más de una ocasión, al visitar la web de una empresa, con la misión y visión de esa organización. Parece ser que se trata de un requisito obligatorio que hay que llenar a toda costa si es que uno se precia de ser una compañía con un norte claro y sólidamente constituida. El problema está que al leerlas nos podemos topar con formulaciones fofas, sin contenido, llenas de lugares comunes y con errores como aquella que dice “Misión: tenemos la visión de ser una empresa…” ¿es tu misión, tu visión o no terminas de aclararte con ninguna de ellas?
Algunas describen in extenso lo que hacen, otras describen lo que no hacen (que es mucho peor) y muchas están llenas de declaraciones de buenas intenciones que nada tienen que ver con lo que en realidad son. Otras tantas son largas y tediosas, imposibles de ser repetidas por los que las concibieron y menos aún por los colaboradores de la empresa. Siguiendo a los filósofos del medioevo diríamos que son “flatus vocis”, es decir la pura acción de emitir palabras carentes de sentido y defenderlas como si lo tuviesen.
El modo de concebir la misión y la visión
En algunos casos la expresión de la misión puede que haya sido concebida a la carrera, sin pensarlo demasiado y para cumplir el trámite de que aparezca en el sitio web. Pero es preocupante que en otros casos haya sido fruto de largos planeamientos estratégicos, llevados a cabo con distintas metodologías, que llegan a formulaciones igualmente farragosas y puramente declarativas de buenos deseos. De hecho algunas de estas metodologías tienen como uno de sus primeros pasos el definir la misión y la visión.
¿Es razonable esta forma de concebirlas? Me suena un poco a la duda descartiana de “pienso luego existo” y de hecho prefiero el realismo de “existo luego pienso”. Por eso, aunque los diversos métodos de planeamiento estratégico son discutibles, me inclino por aquellos que parten de un concienzudo diagnóstico de la organización y de su entorno, que es a mi modo de ver la mejor manera de saber que la empresa existe y posee tales o cuales fortalezas y debilidades para moverse en su sector. Sin un buen examen de quiénes somos es difícil saber qué somos capaces de hacer hoy (misión) y qué seremos capaces de hacer en el futuro (visión).
No confundir los términos
La misión debe expresar lo que la empresa es, su razón de ser hoy, no lo que pienso que debería ser. La visión debe expresar lo que queremos que la empresa llegue a ser en un futuro cercano. Ya se entiende que ese futuro potencial (la visión) debe ser medianamente alcanzable por la organización y no un sueño etéreo. Como aquella compañía que en su visión decía que querían ser “la empresa número uno a nivel nacional en productos para…” cuando eran una distribuidora con una única tienda en una única ciudad. Añadían además que para ello usarían “alta tecnología e innovación continua” cuando en realidad distribuían tornillos que compraban a un tercero, es decir ni innovación ni tecnología eran características suyas.
Realismo
El que la misión y la visión estén dotadas de realismo es importante, porque tener claro quién somos ayuda a concretar planes de acción que puedan ser efectivamente ejecutables. Además acudir a la misión debe ser uno de los criterios importantes a la hora de tomar decisiones. Si por ejemplo estamos dedicados a comercializar elementos complejos para la construcción, donde es importante la asesoría técnica a clientes especializados, y nos ofrecen distribuir cemento, que es más bien un commodity (cero asesoría y grandes volúmenes), está claro que no va con nuestra razón de ser, por lo que o abrimos otro negocio para distribuir cemento o rechazamos la oferta.
Coherencia electrónica
Estas últimas líneas para recomendar a los lectores un mínimo de coherencia electrónica. Las páginas web deben reflejar quién en verdad somos para que cuando los potenciales clientes nos visiten en físico se genere la confianza necesaria para que haya relaciones comerciales duraderas. Pero si la foto de la oficina que aparece en la web es la de un lujoso edificio de Wall Street cuando en realidad se trata de una cochambrosa vivienda en un barrio de medio pelo ¿ganaremos algo aparentando lo que no somos? Si no es resaltable nuestro local, resaltemos otras características que sí lo sean, como la calidez del servicio. Todo menos mostrar algo que no somos.