Logística que salva vidas

Hace unos meses atrás, la compañía en la que soy director decidió invertir en estudiar a fondo la cadena de suministro desde China hasta Perú y otros puntos de Latinoamérica, incluyendo los nodos intermedios por donde suele pasar la carga. Implicaba un buen número de viajes, visitas, entrevistas y bastantes horas de los directivos principales de la empresa. Pensábamos que valía la pena porque, conociendo bien cada eslabón de la cadena, se podían acortar mucho los tiempos y entender la dinámica de cada punto por donde discurrían los flujos logísticos.

Fue una apuesta comercial, porque estábamos seguros que habría muchos potenciales clientes que, importando desde China, buscarían contar–en el menor tiempo posible– con las mercancías que habían adquirido en ese país. Según el estudio realizado, podríamos poner en 5 días una carga desde la puerta del proveedor chino hasta el almacén del potencial cliente en Lima o en otros puntos de Sudamérica, cuando el resto de la oferta duplicaba esos tiempos. Ni por asomo se nos pasó por la cabeza que hubiera una pandemia global o que, un día no muy lejano, todo este conocimiento sería vital para salvar vidas.

De la mano con el Consulado General del Perú en Shanghai, la compañía asumió la responsabilidad del primer transporte aéreo de 30,000 unidades de test rápido para el descarte de COVID-19. Esta importante carga, proveniente de Shanghai, salió de origen el 25 de marzo tras cumplir con las formalidades aduaneras en China, respetándose el itinerario y tiempo de tránsito programado, confirmando su arribo exitoso a Lima el domingo 29 de marzo, para ser puestas a disposición del país y el bienestar de la comunidad peruana. Eso no fue un golpe de buena suerte, ni una improvisación, sino el resultado de haberse preparado concienzudamente para ello.

El principal atributo de la logística es la disponibilidad. ¿De qué me sirve mascarillas, test, ventiladores, etc., si están al otro lado del mundo y no los tengo disponibles? La logística pone a disposición de quien lo necesita el bien que necesita, en el momento que lo necesita. No sirve si no llega a tiempo, menos aún tratándose de vidas humanas. Como han comentado altas autoridades de diversos países, se ha desatado una verdadera guerra por los suministros, pero habría que añadir que también hay una verdadera lucha por los espacios aéreos, los precios de las aerolíneas, los camiones para el transporte de la carga, etc., dificultando las labores logísticas.

Para complicar aún más las cosas, se han sumado al tenso clima que vivimos las fake news. Se han desatado una ola de rumores infundados, sobre la incautación de material médico en tránsito por los EE.UU., rumor al que lamentablemente han hecho eco incluso algunas autoridades de diversos países. La norma, promulgada por el Gobierno Norteamericano el 9 de abril, indica claramente que esta medida es sobre ciertos materiales producidos en el territorio norteamericano y no aplica sobre materiales en tránsito. Rumores tan infundados que, a la fecha en que escribo estas líneas (17 de abril), hay 6 embarques de nuestra compañía que han pasado en tránsito por los Estados Unidos y están camino a Lima, Santiago de Chile, Bogotá (Colombia) y San José de Costa Rica.

¿Qué intención tiene quien propala este tipo de rumores? A quienes han hecho eco de ellas, habría que haberles preguntado si se tomaron la molestia, si quiera, de leer el original de la norma o llamar al Agregado Comercial de la Embajada Norteamericana para tener información de primera mano que, seguramente con mucho gusto, hubieran proporcionado. Flaco favor le han hecho a los enfermos de la pandemia, pues las suspicacias levantadas han ralentizado el abastecimiento de suministros y, si lo que necesita el enfermo no está disponible cuando lo necesita, probablemente sea una vida humana perdida. Una vida que pudo ser la tuya o la mía.

Guillermo Cáceres Muñoz

Director en UCL Global

http://www.uclglobal.com

En qué negocio quiero estar

Manuel tenía diversas alternativas delante suyo y no sabía por cuál optar. Unos años atrás, su familia, dedicada a la industria del cuero, había decidido entrar al negocio de los servicios cárnicos, poniendo un centro de beneficio para vacunos, porcinos y otros animales, en una extensa zona agrícola, para asegurar el suministro de cuero que requerían los productos peleteros que comercializaban. Él, con la carrera recién terminada y sin experiencia, tuvo que sacar la empresa adelante, a pesar de todas las dificultades que surgieron en el camino. Un lustro más tarde el centro de beneficio iba viento en popa y Manuel sentía que necesitaba algún reto adicional.

¿Y si me hago ganadero?

Hacía poco un ganadero de la zona le había ofrecido en venta su fundo de engorde de vacunos, una granja donde cientos de animales eran alimentados hasta tener el peso adecuado para ser beneficiados. La idea resultaba tentadora: el precio le resultaba razonable y él tenía conexiones con todos los carniceros de la zona para colocar la carne que produjera. Aunque no sabía nada del engorde de animales, no le parecía tan complicado aprender de aquello. Ya lo había hecho con el camal, cuando tuvo que hacerse cargo años atrás.

Ampliar los servicios

Había recibido también la propuesta de una cadena de carnicerías de una ciudad cercana para darles más servicios y proveerles la carne con cierto valor añadido. Esta propuesta implicaba cortes más especializados y una mejora en el proceso de congelado, así como certificaciones adicionales. Para estas mejoras, debía invertir en nueva maquinaria, cambiar parte de su proceso de congelado y, a la vez, ampliar sus cámaras de frío. Todo esto implicaba una inversión nada despreciable y la incorporación de personal especializado.

¿Qué pasa si me acerco al cliente final?

Por otro lado, veía cada vez con más interés el poner su propia cadena de carnicerías. ¿Por qué no? Tenía el suministro de carne, manejaba su propio camal, conocía a los carniceros, sabía los tipos de corte que solicitaban y era capaz de manejarlos. En esencia, ya estaba en el negocio de la carne. Pensaba que podría resultarle sencillo entrar a competir poniendo sus carnicerías, y así tener contacto con el cliente final. 

En qué negocio quiero estar

Por esos días, recibió la visita de Eduardo, un amigo argentino con el que había hecho la carrera. Le contó sus dudas: integrarse para atrás, teniendo su propio centro de engorde; ampliar sus servicios creciendo horizontalmente; o integrarse hacia delante poniendo sus propias carnicerías. Eduardo le hacía notar que, si ponía su propia ganadería, los carniceros que hoy le pagaban sin chistar por el servicio de beneficiar las reses, pasarían a regatearle cada kilogramo de carne. Por otro lado, la cadena de carnicerías que le pedía nuevos servicios no le aseguraba ningún volumen específico por los nuevos requerimientos y no sabía si compensaría la inversión. Finalmente –le razonaba Eduardo respecto a montar sus propias carnicerías– una cosa es lidiar con cincuenta carniceros y otra con cinco mil amas de casa; no da lo mismo administrar un único punto de venta (el camal) que múltiples puntos de venta (las carnicerías). Al cambiar de cliente estamos cambiando de negocio.

En qué negocio quiero estar

Manuel pensaba que a Eduardo no le faltaba razón. Tenía los recursos para llevar adelante cualquiera de las tres alternativas, pero debía evaluar en qué negocio quería estar y en cuál no. No era sólo dinero lo que hacía falta para lanzarse a comprar o invertir en cualquiera de las alternativas planteadas, se requerían también unas capacidades tanto operativas como directivas propias para cada caso, así como un plan de negocios que clarificara las sinergias que iba a ser capaz de generar al integrar dos negocios, de modo que maximizaran el resultado de su inversión. Y usted, amable lector, ¿qué estrategia de crecimiento tomaría?

Originalmente publicado en la Revista Mercados & Regiones, 30 de enero de 2018